Tania Libertad: Lecciones para prevenir y afrontar el cáncer de mama
En el 2010 Tania
Libertad fue diagnosticada con cáncer de mama. Su experiencia con la enfermedad
deja mensajes claros sobre dos temas: el cáncer no necesariamente es mortal, y
que hay medicamentos de componente hormonal, que pueden estimular el desarrollo
del cáncer de mama.
Rescatamos la entrevista que le hicimos hace algunos años por cuanto nos permite comprender la enfermedad y sus dimensiones.
Uno nunca espera ni se imagina tener
cáncer, salvo que haya antecedentes en la familia. ¿Te sorprendió que te
ocurriera?
Sí, porque no
tenía antecedentes familiares. Lo mío fue algo inesperado porque nunca tuve
ninguna “bolita” ni me dolió nada. Por supuesto que me hacía mis exámenes todos
los años, y la suerte que tuve es que fue detectado a tiempo. No llegó a ser un
tumor, fue carcinoma in situ. Pero, de todos modos, estaba todo el
seno invadido de células cancerosas.
Dices que te chequeabas todos los años. ¿El
último año que te hiciste la mamografía no hubo nada?
No. Hay la teoría:
dicen que fueron las hormonas que me dieron para la menopausia. Primero me
dieron unas hormonas que eran más cargadas de testosterona, y entonces la voz
me empezó a cambiar. Yo podía dar algunos agudos, algunos graves, pero en el
rango medio se empezaba a quebrar. Me empecé a preocupar mucho por eso. Cuando
voy a un especialista en hormonas, me dijo: “Se te va a ir deteriorando la voz
porque te están dando hormonas masculinas”. Entonces me cambiaron a
progesterona en gel y la voz me regresó. En un mes ya tenía la voz como antes.
Seguí poniéndome la progesterona, pero nadie me explicó que la progesterona es
uno de los mejores conductores de las células cancerosas.
Se habla muy abiertamente de que las
terapias de reemplazo hormonal pueden asociarse con el desarrollo del cáncer.
¿No te explicaron eso?
No, nunca. Y
tendrían que haberme hecho algunos exámenes porque resultó que mi cuerpo es
altamente receptivo de progesterona.
¿Perdiste el seno por culpa del
cáncer?
Sí, pero ahí mismo
me pusieron implante. Por suerte no perdí el pezón. Tampoco me han tenido que
dar quimioterapias ni radiaciones porque el cáncer que tuve fue carcinoma in
situ.
¿No te afectó que te dijeran que te iban
quitar el seno?
No. Yo nunca tuve
un sentido de pérdida. A mí no me molestó perder el seno, de ninguna manera. En
esos asuntos soy cero vanidosa. Si me puse la prótesis fue porque el doctor me
aconsejó. Es una prótesis pequeñita. A mí nunca me gustaron los senos
grandes, y antes que el doctor me pusiera la prótesis pequeña le hice firmar
diciéndole: “Tú eres capaz de ponerme otra” (ríe). Y, sí, me puso una
pequeñita. Yo soy una cantante, y la gente cuando va a verme, va a escucharme,
no va a ver cómo voy vestida, si tengo los senos grandes o chiquitos, si estoy
gorda o flaca. Ese tipo de vanidades hace tiempo que lo superé.
Hablamos de lo nocivo que resultó para ti
la terapia de reemplazo hormonal para combatir los síntomas de la menopausia. ¿Esos
síntomas fueron inmanejables como para someterte a ese tratamiento?
Fue manejable
hasta cierto punto, porque la mayor parte de mi menopausia me la pasé sin tomar
nada, sin ponerme ninguna hormona, pero un día amanecí “planchada”, no me
quería parar de la cama; tenía una depresión terrible, no tenía ganas de
cantar, no tenía ganas de hacer nada, y ahí me preocupé. Una amiga bailarina me
comentó que le había pasado lo mismo, me dijo: “Seguramente estás en cero
hormonas”. Es ahí cuando voy al doctor, me hacen los exámenes y, efectivamente,
estaba en cero hormonas. Es por eso que me empiezan a dar estas pastillas, que
se llaman Livial, que es las que tienen más testosterona. Y es ahí
que me empieza a dar ataques de angustia, ataques de pánico, depresiones, y
encima me empieza a cambiar la voz. La primera vez que me puse hormonas empecé
a engordar, y mi trabajo iba a ser pesado, y decidí no tomarlas, y es entonces
cuando me quedo en cero hormonas, y me cayó la depresión. Viví unos años muy
terribles, muy difíciles. Por suerte lo sobrellevé sola, no quise involucrar ni
a marido ni a mi hijo. Trataba de aparentar que estaba bien, que no me pasaba
nada. Yo soy una mujer más o menos fuerte, y no quería malograrles la vida a
ellos, que dependieran de mi mal humor o lo que fuera. Si había que salir,
salía, aunque no me tuviera ganas. Quería salir corriendo, pero me la tragaba.
Disimulaba.
¿Cómo recibiste el diagnóstico de
que tenías cáncer?
Fue un golpe duro.
Lloré, grité, pero solo un minuto, después dije: “No hay nada que hacer, hay
que ponerse manos a la obra”. Esto fue un diez de octubre del 2010, ese
día Juan Diego Flores cantaba aquí en México, fui a verlo para relajarme, y al
día siguiente me fui a las siete de la mañana al hospital para que me operen. Y
dos días después seguí con mi vida normal.
El riesgo de cáncer de mama aumenta con
la edad, desde tu propia experiencia ¿quisieras decirle algo a las señoras de
tu generación?
El cáncer no solamente
da a las mujeres a partir de los 50 años, como dicen. Conozco la vida de muchas
gentes que les ha dado a los veinticinco, treinta años. Entonces, la prevención
tiene que empezar desde temprano. Hay que hacerse la mamografía, uno nunca
sabe, sobre todo si en la familia ha habido casos.
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